Por Carlos Machado Villanueva
03/07/2018
Hace poco el ministro para agricultura y tierras, Wilmer Castro Soteldo, reconoció públicamente que el sabotaje interno es la causa principal de que el Complejo Industrial Fábrica de fábricas “Hugo Chávez Frías” (CIFF), situación que devela la urgente necesidad de librar de una vez por todas una guerra a muerte ejemplarizante contra el burocratismo, la ineficiencia y la corrupción en Venezuela, valiéndose de “todo el peso de la ley.
Este cronista fue testigo de excepción de las palabras del titular de agricultura a inicios de febrero de 2017, pronunciadas desde las mismas instalaciones de este mega proyecto industrial y agroindustrial sin parangón en Venezuela en cuanto a inversión financiera realizada y dimensiones, ubicado en la petrolera ciudad de Anaco, en el oriental estado Anzoátegui, y uno de los seis concebidos por el desaparecido presidente Hugo Chávez y que comenzaron a edificarse durante el último año de su segundo mandato en el 2012.
La mirada de siete leguas de Chávez
Estas llamadas “fábricas de fábricas” –Concebidas para producir herramientas y máquinas de producción o procesamiento tanto industrial en general como agroindustrial y petroleras, hasta ahora importadas y una de las causa de la perjudicial pérdida de divisas-, ocuparían un estratégico eje territorial, integrado por los estados Anzoátegui, Guárico, Cojedes, Portuguesa, Lara y Zulia.
Otro de los aspectos no menos estratégicos y relacionado con la consolidación definitiva de nuestra soberanía tecnológica, tomados en cuenta por los planificadores -siempre bajo la batuta del Chávez estratega de siete leguas-, es que estas gigantescas factorías jalonasen el trazado vial del ferrocarril Tinaco-Anaco de modo tal de cubrir en tiempo real la demanda de repuestos metalmecánicos de este sistema de transporte masivo.
Y mejor aún, dicha ubicación contribuiría además a impactar positivamente la producción de repuestos para la maquinaria empleada en el territorio agrícola que circunda la ambiciosa y extensa ruta ferroviaria aún en construcción, incluido su abaratamiento y el de los productos del campo, con lo que cual su valor estratégico cobra especial valor al tratarse de fortalecer la defensa de la soberanía alimentaria de Venezuela.
Castro Soteldo informó en aquella oportunidad – palabras más palabras menos- que las obras de infraestructura llevadas adelante por ingenieros y técnicos chinos y venezolanos gracias a un convenio intergubernamental, tenían un 90 por ciento de avance y que en 90 días, es decir, a principios de abril del 2017, estarían en capacidad de producir estas piezas metalmecánicas en el país y lograr la ahora sí urgente -en vista de la guerra económica que padece- sustitución de importaciones.
Pues lamentablemente, transcurridos un año y tres meses, el titular de la cartera anuncia que las obras tienen un avance de 98 por ciento, o sea, que a pesar del tiempo transcurrido no están terminadas aún, y algo peor, que la gigantesca planta industrial no puede arrancar todavía como consecuencia del sabotaje interno asociado a la desestabilización, pero también al burocratismo, a la ineficiencia y a la corrupción.
Gigantes criminalmente adormecidos
Para poder tener una idea de la situación, se trata de 23 galpones industriales con dimensiones de una cancha de fútbol cada uno, los cuales albergan centenares de máquinas herramientas de la más moderna y variada tecnología existente hoy en el mercado de las manufacturas chinas de este tipo.
Sólo en uno de estos gigantescos talleres metalmecánicos se encuentran dispuestos 50 de un total de 400 tornos de última generación con los que cuenta el CIFF Hugo Chávez Frías. Estos impresionantes portentos tecnológicos totalmente digitalizados pueden producir piezas metalmecánicas en serie de alta demanda en la industria nacional casi ininterrumpidamente.
Estamos hablando que nada más este complejo industrial estaría en capacidad, por ejemplo, de sustituir con su producción gran parte de la demanda de engranajes, ejes y otras piezas de hierro y acero que hasta ahora son importados en su mayoría desde EE UU, Alemania, Francia e Italia.
Países estos coaligados hoy en un criminal bloqueo económico que impide que este tipo de repuestos -al igual que lo que sucede con alimentos y medicinas- lleguen al país, como lo han pedido voceros de la extrema derecha venezolana, entre los más activos, Julio Borges y Antonio Ledezma.
Quizá los habitantes de Caracas somos testigos y víctimas de esta situación como nunca antes pues es innegable e inocultable el cada vez más acelerado deterioro de un servicio como el Metro (tren subterráneo).
Ello tiene que ver sobre todo con el inusitado incremento del volumen diario de usuarios, obligados como han sido estos a migrar hacia este servicio por el encarecimiento del transporte público superficial privado, también afectado por la falta de repuestos y su encarecimiento ocasionados por el bloqueo de marras.
La situación es aún más visible en el caso de las escaleras mecánicas del Metro, pues los engranajes forman parte esencial de su mecanismo, y una vez sometidos a un alto desgaste colapsan y exigen su oportuna sustitución, la que de no hacerse según el cronograma de mantenimiento preventivo derivará en su parálisis, como de hecho ocurre actualmente.
Más criminal aún
Pero volvamos al sector agrícola y hagamos una proyección de lo dicho antes para que percibamos lo criminal de ese sabotaje interno que denunció el ministro Castro Soteldo.
En Venezuela existe un parque de tractores agrícolas de al menos 169 mil unidades en funcionamiento, y una de sus tareas más comunes es arar la tierra para la siembra, fase que se realiza a través de un implemento llamado rastra, que a su vez consta de varios discos dentados de acero cuyo rango de deterioro es alto y deben cambiarse con relativa corta frecuencia
Pues bien, el Complejo Fábrica de fábricas Hugo Chávez cuenta con varias cortadoras de rayos laser digitalizadas, de fabricación china, que son las indicadas para fabricar estos discos de rastra. Una vez programadas, estas máquinas van cortándolos de una lámina de acero y de manera automatizada, produciendo centenares de estos diariamente
Estas láminas de acero son producidas en la empresa Siderúrgica del Orinoco, en el estado Bolívar, a pocas horas de este complejo industrial. ¿Qué sucedería si esas láminas no llegan oportunamente para la fabricación de los discos? Los tractores no podrán arar la tierra y en consecuencia no podrán sembrarse los cultivos de semillas en el tiempo justo, el de lluvias, y se perderá la cosecha de los alimentos vegetales requeridos por la población..
Por lo que no puede calificarse sino de criminal que un gerente o director de una planta siderúrgica del Estado, a sabiendas de que se corre este peligro, no esté pendiente de que las láminas lleguen a tiempo al taller de fabricación. Y si ello sucede sólo puede obedecer a que esta persona está comprometida en un plan criminal de desestabilización y recibe un pago en dólares por su crimen.
Ya se sabe quiénes tienen esos dólares, pero nunca hay que dejar de recordarlo: la Central de Inteligencia Americana (CIA) y los capitalistas importadores de discos de rastra y otros herrajes de alta demanda.
“No hay que creer en brujas, pero de que vuelan, vuelan”, diríamos por estos lares. Entonces, tomándole la palabra al presidente Nicolás Maduro, hay que aplicar todo el peso de la ley en estos casos y antes que sea demasiado tarde. Y tal parece que estamos muy cerca de ese punto.